Mónica Victoria Sánchez Rivero
on 15 Nov 2023 12:03 PM
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ENTREVISTA-. MÓNICA VICTORIA SÁNCHEZ-RIVERO. ARQUITECTA Y BECARIA PREDOCTORAL DE LA FUNDACIÓN VALHONDO 2018-2021.

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Pilar Mansilla

Mónica Victoria Sánchez-Rivero estudió arquitectura en la Universidad de Sevilla y en 2018 comenzó su contrato predoctoral con la Fundación Valhondo, que ha culminado con la defensa de su tesis en septiembre de este año, bajo el título de “Agenda 2030, patrimonio e identidad de los secaderos tradicionales de tabaco del norte de la provincia de Cáceres”.

 

Mónica Victoria nació en Plasencia (Cáceres) hace 32 años y salió de la región rumbo a Andalucía para licenciarse en arquitectura por la Universidad de Sevilla. Tenía muy claro que quería continuar estudiando y optó por la investigación en la Universidad de Extremadura (Uex), donde comenzó su andadura predoctoral en 2016, lo que le ha permitido convertirse en Doctora con mención internacional gracias a su vínculo con la Università degli Studi di Firenze, con el apoyo de la Fundación Valhondo.

¿Cuándo decidiste apostar por el doctorado?

Comencé el doctorado en 2016, cuando acabé Arquitectura, porque quería continuar con mis estudios y, al ser una licenciatura, podía acceder sin el requisito de cursar previamente un Máster. En mi segundo año predoctoral descubrí las becas de la Fundación Valhondo y conseguí que me la concedieran en 2018, disfrutando de ella hasta 2021. Un apoyo fundamental para mí en estos años.

Durante mi etapa predoctoral, además de dedicarme a la investigación, también he tenido la oportunidad de impartir clases prácticas de Domótica y de Materiales en la Universidad de Extremadura, mi primera toma de contacto con la docencia.

¿Qué has investigado en tu tesis?

En mi investigación he estudiado la arquitectura y el reciclaje de los secaderos de tabaco del norte de la provincia de Cáceres; de las comarcas de La Vera, Campo Arañuelo y el Valle del Alagón. Todo ello fundamentado en indicadores de la Agenda 2030 de la ONU, para orientar la rehabilitación de los secaderos hacia el desarrollo sostenible, sin especulación.

Tras un análisis histórico de los secaderos para identificar las tipologías en base a sus características y a la justificación de su construcción por zonas, se ha hecho un ejercicio con los indicadores de sostenibilidad de la Agenda 2030 para ver cuál sería la rehabilitación óptima en base a las esferas de la sostenibilidad: esfera económica, esfera social y esfera medioambiental.

El problema de los secaderos es que, como no tienen ninguna protección como bien de interés cultural, por ejemplo, se están destruyendo. La mayoría de los propietarios prefieren tirarlos y realizar una obra nueva a una rehabilitación. Pero, aunque no es lo usual, también hay casos como el de Villanueva de la Vera, donde está el ‘Ras de Terra’, un secadero que han rehabilitado y convertido en una residencia de artistas donde realizan exposiciones, congresos y talleres.

¿Qué te motivó a elegir el tema de tu tesis?

El tema de los secaderos siempre me ha llamado la atención porque como soy de la zona, siempre me había fijado en el abandono de estos edificios tan particulares y, tras un estudio fallido de una propuesta que me hicieron para realizar la investigación sobre Aldea Moret, planteé basar la tesis en la investigación de los secaderos. Al principio no lo veían muy claro, pero finalmente salió hacia adelante gracias al respaldo de la Fundación Valhondo.

¿Qué tienen de especial los secaderos en el ámbito de la arquitectura?

Un secadero se compone de una estructura principal de ladrillo y de una celosía. Hay celosías muy trabajadas, lo que les hace que sean arquitectónicamente más interesantes para su estudio, ya que se trata de construcciones más originales, rompiendo las estructuras básicas. Lo que define esta particularidad es su escasez y su alto nivel de construcción. Estos suelen ser secaderos muy grandes, que pertenecían a familias más ricas, que se podían permitir contratar a alguien para que les construyera el secadero, consiguiendo una mayor carga artística.

En los más básicos, que se repite la estructura, restaurar está muy bien, pero si se pierde alguno debido a su mal estado no tiene repercusión arquitectónica porque hay más con la misma tipología conservados. Sin embargo, los que son singulares, si se pierde esa estructura, ya no hay ninguna igual. En mi tesis señalo cuáles son, incluyendo descripción y fotografías, para que se pueda establecer un control y haya constancia de su existencia, por si llegaran a desaparecer. A nivel estudiante poco más se puede hacer al respecto, ya que está en manos de la Administración.

¿Qué ha sido lo más fácil y lo más complicado de estos años?

Lo más fácil ha sido la movilidad para conocer otros grupos de investigación, siempre y cuando seas beneficiario de una beca. Yo, por ejemplo, gracias a la Fundación Valhondo he podido desplazarme tres veces a Florencia, en estancias de 6 meses. El trato allí ha sido estupendo y la ciudad es preciosa.

Y lo más complicado es la soledad en el proceso. Al estar especializándote en un estudio muy concreto, llega un momento que te haces experto en el tema y tienes que ser responsable de que la investigación sea genuina. El momento de sentarte a escribir la tesis, que es la última fase del proceso se puede hacer pesada y querer tirar la toalla. Es como una oposición; que pasado un tiempo al final te marcas metas como “o apruebo ya o no me presento más”.

Es muy común el agobio final en la redacción de la tesis. ¿Por qué no se va elaborando poco a poco?

No se empieza a escribir desde el principio porque cuando comienzas a investigar y estás realizando el trabajo de campo no tienes mucha experiencia en el tema y te das poco valor, por inseguridad. Vas recopilando datos, pero, como ni tienes los conocimientos suficientes ni sabes la profundidad que va a alcanzar la investigación, no llegas a escribir lo definitivo. Yo creo que esto suele pasar más en las de campo técnico y social.

¿Qué destacarías sobre tus estancias en Italia?

Una de mis mejores experiencias predoctorales ha sido mi estancia en Florencia, donde ya se está aplicando la Agenda 2030 en arquitectura. Allí estuve seis meses estudiando los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en un barrio de la ciudad italiana, lo que me permitió iniciar la cotutela de mi tesis en 2019, ya que a la Università degli Studi di Firenze le interesaba continuar monitorizando a escala territorial. Esto alargó mi investigación hasta 2023 porque tenía que estar tres años en trabajando con Florencia para obtener la mención internacional y el reconocimiento de la cotutela.

¿En qué consiste el estudio y aplicación de los ODS?

Los objetivos engloban acciones locales, por lo que previamente se hace un estudio de las necesidades de una zona concreta. En Florencia, por ejemplo, se estudiaban puntos negros de la ciudad para iluminarlos y crear seguridad, partiendo de un estudio previo donde se preguntó a los vecinos de un barrio qué era lo que más les preocupaba. Al ser a las mujeres a quienes más les afectaba, se adscribió al objetivo 5, relativo a la paridad de género. Esto nos permitió conocer la cantidad de robos o agresiones sexuales que se producían en una zona concreta y si realmente se redujeron tras un año, con las medidas establecidas a través de una mejor iluminación. Así pudimos ratificar que, en ciudades más iluminadas de noche, la criminalidad descendía.

Y en Cáceres, ¿se aplicó algún proyecto de este tipo?

Gracias a la tesis, me surgió una beca de formación en Infraestructuras de la Diputación de Cáceres, a la que accedí tras finalizar el contrato predoctoral con la Fundación Valhondo. Esta beca estaba relacionada con el trabajo de la Agenda 2030, lo que me permitió seguir investigando hasta julio de este año. Tuve la oportunidad de trabajar en la Agenda Local de El Batán, pueblo de colonización de la zona de Coria. Se estudiaron las necesidades de sus habitantes en materia de infraestructuras, el departamento en el que yo estaba. Tras el análisis, se enfocaron las obras de Diputación en ese municipio hacia el desarrollo sostenible, con la participación ciudadana. Sobre todo, se enfocó a la mejora del acerado, ajustándolo al nivel de la calzada, optimizando la accesibilidad.

¿Alguna recomendación para quienes tienen pensado tomar este camino?

La realización de la tesis se puede orientar como un trámite hacia docencia en la universidad o hacia un interés por la investigación. En cualquier caso, es muy importante no iniciar este proceso con un interés económico de base, sino que lo principal sea que te guste lo que vas a hacer. No puedes pensar “consigo una beca y luego ya estudio”.

Normalmente, quienes se meten en el doctorado hacen un máster de investigación previamente, donde te forman y te orientan para la realización de la tesis. Yo me matriculé en el doctorado directamente. No conocía a nadie de la universidad y he tenido que ser autodidacta, pero quizá me hubiera venido bien realizarlo para aprovechar mejor los dos primeros años. Por eso, recomendaría antes de matricularse en el doctorado o cursar un máster de investigación, o que se tenga más o menos claro el tema sobre el que se quiere investigar y contar con el apoyo de los directores.

¿Qué hay después del doctorado?

Actualmente estoy dentro de un proceso de selección para trabajar en un organismo de las Naciones Unidas, también relacionado con la aplicación de los indicadores de la Agenda 2030. Estoy preseleccionada, a la espera de la entrevista, que será lo determinante. Y, además, estoy en la bolsa de profesorado sustituto de la Universidad de Extremadura.

¿Cómo valoras los contratos predoctorales de la Fundación?

Las becas Valhondo no se valoraban tanto como otras porque la cuantía era más baja y la visión general era que tampoco proporcionaban el prestigio de becas como las FPU, por ejemplo y creo que es una idea equivocada. Hoy en día se equipara a cualquier otra beca de la Junta de Extremadura o de carácter nacional. Es una beca muy potente a nivel predoctoral y merece ser reconocida como tal.

La realización de un doctorado te permite, como dice Mónica Victoria, hacerte experto en un tema muy concreto. La carrera predoctoral es una carrera de fondo enfocada al desarrollo de la carrera investigadora docente en la Universidad, pero también abre puertas a proyectos relacionados con la especialización adquirida. El mes que viene la Fundación Valhondo publicará la relación de nuevos contratos predoctorales anuales adjudicados para el año 2024 para el desarrollo de tesis doctoral en la Universidad de Extremadura.