ENTREVISTA-. SARA DÍAZ SIERRA. FILÓLOGA INGLESA BECARIA DE LA FUNDACIÓN VALHONDO 2018-2021.
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Pilar Mansilla
Sara Díaz Sierra, filóloga inglesa por la Universidad de Extremadura (UEx), becaria de la Fundación Valhondo en el período 2018-21, ha finalizado su etapa predoctoral con la defensa de su tesis “English in Norn Iron” el pasado mes de junio. Un periplo que ha compaginado los últimos dos años con la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras del Campus de Cáceres.
Sara nació hace 29 años en La Coronada (Badajoz), un pueblo de la comarca de La Serena-Vegas Altas, y decidió mudarse a Cáceres hace más de 10 años para convertirse en lo que siempre había querido ser: profesora de inglés. Unida a Irlanda gracias a su Erasmus, ha regresado a Belfast en dos estancias doctorales para estudiar el acento de Irlanda del Norte. Con los objetivos muy claros desde pequeña, gracias al doctorado ha conseguido ser profesora en la UEx y ahora asegura que le gustaría quedarse en Cáceres para continuar con su carrera docente-investigadora.
¿Cuándo decidiste apostar por el doctorado?
Desde muy pequeña sabía que quería ser profesora de inglés y, como siempre he sido bastante ambiciosa, cuando fui creciendo me di cuenta de que me resultaba más interesante ser profesora de universidad que de instituto, superando las expectativas del nivel de inglés instrumental. Prácticamente desde que comencé la carrera supe que quería ser profesora en la universidad y sabía que para llegar a ese objetivo había que hacer la tesis doctoral.
¿Cómo decidiste el tema de tu tesis?
Esta es una idea que se viene gestando desde segundo de carrera, donde tuve una asignatura de fonética y fonología que me encantó. Uno de los trabajos que realizamos fue analizar la representación escrita de un acento en una obra de teatro y disfruté tanto mientras lo hacía que decidí que mi tesis sería sobre la representación de acentos. Mi pasión por los acentos la descubrí gracias a Fiona, mi profesora de fonética y una excelente profesional. Como tuve tan buena experiencia con ella, la elegí como directora de mi TFG. Aunque su especialidad no era el estudio de acentos, acepté desviarme de mi tema a cambio de tener a una directora que sabía que me iba a acompañar durante todo el proceso del trabajo y de la que, sin duda, iba a aprender mucho.
Una vez terminé el Grado en Estudios Ingleses, Fiona me recomendó hacer un máster de investigación en Salamanca, que me iba a aportar conocimientos muy útiles para la tesis. A mi vuelta de Salamanca, mi intención era comenzar la tesis con ella, pero no pudo ser porque justo se jubiló el año que yo volví.
Casualmente, en el acto de Santo Tomás de Aquino, donde me dieron el premio al mejor expediente de Grado de mi promoción, coincidí con la que ha sido finalmente mi directora de tesis, Carolina, a la que por aquel entonces conocía poco porque solo la había tenido en una asignatura de último año. Indagando en sus publicaciones, vi que estudiaba el inglés de Irlanda y le propuse ser su doctoranda. Ella me acogió sin dudarlo y me guio pacientemente desde el primer minuto hasta el último del proceso de tesis (y aún sigue ahí estando pendiente de todo). Con el tiempo me enteré de que Carolina había sido doctoranda de Fiona. Cosas del destino, supongo.
¿En qué ha consistido tu investigación?
Mi tesis ha consistido en analizar cómo reaccionan los ciudadanos de Irlanda del Norte a las representaciones del acento de inglés norirlandés en televisión, cine y literatura. Lo que hice fue un cuestionario donde las personas valoraban positiva o negativamente la interpretación de varios fragmentos que yo les facilitaba en cuanto a temas de autenticidad, prestigio y amabilidad.
Para hacer una similitud y que se entienda mejor mi tesis, un ejemplo sería plantear a una muestra de andaluces cómo perciben ellos la representación que Dani Rovira hace del acento andaluz en la película de ‘8 apellidos vascos’.
¿Cómo realizaste la selección de participantes?
Mi objetivo era conseguir el máximo número de participantes posible, algo complicado porque el estudio implicaba que vieran varios fragmentos de vídeo y completaran el cuestionario, que se extendía a una media hora. El único requisito para participar era haber nacido y haberse criado en Irlanda del Norte. La distribución la hice, en su mayoría, repartiendo folletos con el enlace al cuestionario en la Queen’s University de Belfast y en algunos centros culturales de distintos barrios. También hablé con la secretaría de la facultad donde estaba inscrita para hacer llegar el cuestionario a los alumnos a través de listas de distribución de correo electrónico.
Sin embargo, la participación aumentó considerablemente gracias a que mi tutor en Belfast, Michael Pierse, retuiteó un tweet mío en el que animaba a que la gente participara en el estudio. Su retweet hizo que muchos de sus contactos vieran mi publicación y, además, generó un debate en Twitter sobre el uso del término ‘norirlandés’. En Irlanda del Norte las tensiones entre católicos y protestantes hacen que el término ‘norirlandés’ genere bastante controversia porque una gran parte de católicos consideran que Irlanda del Norte no existe, sino que hay una sola Irlanda. Esta polémica hizo, probablemente, que llegara el cuestionario a más personas.
¿Cómo valorarías tu camino predoctoral?
La elaboración de la tesis es un proceso largo. Recuerdo que comencé con mucha ilusión. Los primeros años empiezas a leer, a hacer cursos y acudir a congresos, y el tema de la tesis te lo tomas con más calma porque ves la defensa como algo más lejano. Después, el trabajo de campo, que lo realicé mediante cuestionarios en Irlanda, tuvo su dificultad porque costaba conseguir participación, pero al tratar con personas se hizo muy ameno. A partir del tercer año, que ya llevas tiempo con el tema, empiezas a notar la presión y te vas dando cuenta de que toca sentarse y ponerse a escribir, que es lo más duro. Además, yo tuve un período de parón de unos seis meses porque comencé como profesora sustituta, con mucha carga docente, y me vi un poco sobrepasada. Este fue el momento más complicado.
Pero no pasa nada por parar y, a veces, es necesario por la presión. La tesis es una mochila que llevas siempre contigo y cada vez se va llenando más. A pesar de ser un proceso largo y costoso, escribir una tesis es posible si se tienen ganas y constancia. Yo he estado casi 6 años con ella. Comencé en el curso 2017-18 y la terminé en enero de este año, aunque no la he defendido hasta junio porque el proceso administrativo es muy largo. Más aún al tener mención internacional, que implica que tiene que pasar por profesores externos.
¿Qué es lo más importante que has aprendido durante tu etapa predoctoral?
La tesis es un trabajo que marca mucho, pero no es tu mejor trabajo. Ninguna investigación es perfecta y la tesis menos. Lo más importante que yo he sacado de ella ha sido el aprendizaje de la metodología de trabajo, lo que me ha preparado unas bases sólidas para que yo pueda seguir investigando. Para mí es lo más valioso: aprender a investigar y darte cuenta de que esto es el final de una etapa y a la vez el principio de tu carrera investigadora.
Hablabas de tu estancia en Irlanda. ¿Cuánto tiempo estuviste y cómo fue la experiencia?
Hice dos estancias en Queen’s University Belfast. La primera de más de dos meses fue en 2018, en la que realicé el piloto del cuestionario de mi investigación y recabé bibliografía a la que no tenía acceso desde aquí. Y en la segunda estancia, de un mes, realicé el estudio final, justo antes del comienzo de la pandemia. De hecho, volví a casa justo una semana antes de que se convocara el estado de alarma.
La experiencia fue muy bien, aunque siempre se echa de menos la compañía de alguien de tu grupo de investigación, pero, al haber estado de Erasmus allí, no tuve problema porque ya conocía Belfast. Sí que es verdad que es una ciudad un poco oscura, con una historia bastante complicada y eso es algo que se nota en el ambiente, sobre todo por el contraste de zonas más modernizadas con respecto a otras donde aún se palpa la tensión. Pero eso le da su carácter especial y único.
Cuando fui por primera vez, como lo que conocía era el acento de los típicos listenings que te ponen en clase de inglés, no entendía a nadie, pero me sonaba maravilloso. Lo que siempre me ha gustado mucho de Belfast es, aparte del acento, la simpatía y el humor de la gente de allí, a pesar de que luego es complicado llegar a tener relación estrecha con ellos.
¿Qué cosas no hay que hacer si quieres lograr llegar hasta aquí?
Sobre todo, no hay que tener prisa. La tesis lleva su tiempo y es importante no dejarla, aunque a veces te venga un poco grande. Casi todo el mundo tiene parones; no es un proceso lineal. Como ya he dicho, la tesis siempre está ahí contigo, pero hay períodos en los que no la llegas a tocar, ya que se suele compatibilizar con otros trabajos, cursos, conferencias o docencia. Llegan momentos en los que te planteas si quieres seguir, pero la clave está en recordar lo que te ha motivado a llegar hasta ahí. Por eso es tan importante rodearse de personas que te apoyen y evitar a aquellas que no te hacen bien. Cuando yo tuve ese período de pausa, mi directora y mis compañeros siempre estuvieron ahí para apoyarme.
¿Cómo conociste a la Fundación Valhondo?
La conocí a través de mi directora, al comienzo de mi etapa predoctoral. Me ayudó a buscar las becas que había y la de la Fundación Valhondo nos pareció muy buena opción, ya que el acceso a las becas FPU es muy competitivo y difícil. Primero estuve seis meses con una beca de la Universidad y en julio de 2018 me otorgaron una de las becas Valhondo, con la que continué hasta mediados de 2021, cuando comencé a trabajar como docente en la universidad a tiempo completo por una sustitución. Tengo mucho que agradecer a la Fundación, ya que gracias a ella he desarrollado una parte muy importante de mi etapa predoctoral, que no hubiera sido posible sin su respaldo.
¿Qué planes de futuro tienes?
Mi primer objetivo es publicar los resultados de mi tesis, algunos de los cuales ya están publicados en mi artículo de la revista English World-Wide. Tengo otro artículo pendiente de revisión en una revista y otro más en proceso de elaboración. Y, por supuesto, me gustaría quedarme en Cáceres porque me encanta esta ciudad y tengo mi vida hecha aquí con mi pareja y mis amigos, con la ventaja de que estoy cerca de mi familia, ya que soy muy familiar y me gusta ir al pueblo a ver a mis padres siempre que puedo.
También me gusta viajar, pero sé que en el contexto de la Universidad siempre surgen estancias cortas, así que no necesito irme a trabajar fuera. Ahora sigo con una sustitución, pero es muy probable que se acabe pronto, así que tengo que ver qué oportunidades surgen de plazas o becas posdoctorales para continuar con mi carrera investigadora.
La etapa predoctoral se suele desarrollar en periodos que van de tres a siete años. Al igual que Sara, los mejores expedientes y currículums investigadores cuentan con la ayuda de becas para la elaboración de la tesis. Para ello, la Fundación Valhondo lanza cada año su convocatoria de contratos predoctorales, entre septiembre y octubre, para adjudicar antes de final de año cuatro nuevos contratos en la Universidad de Extremadura.